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Un destino para las promesas

El olvido y la muerte son dos cosas diferentes, ambos tienen un tiempo particular y caminos divergentes. Olvidar no es morir, es simplemente poner las cosas en su lugar y seguir porque hay que seguir. Morir, por su parte, es el final, aunque se muera de pena o de felicidad, no existe el más allá y, si existiera, todo sería igual, lo feliz, feliz, y lo triste, triste. Digamos que son las dos caras de la moneda que se lanza a la vereda después de preguntarse si es mejor rendirse o aguantar. Por ejemplo, el recuerdo no tiene nada que ver con la vida. Recordar es el privilegio de viajar al pasado para volver a tener por un momento lo que perdimos. Vivir, en cambio, es el misterio más grande del universo, una breve alegoría a la indivisibilidad de los neutrinos, la forma subatómica elemental del equilibrio, que cada segundo acribillan las partículas de nuestro cuerpo sin dejar rastro, como cuando la muerte nos abraza sin poder llevarnos nada, luego de tenerlo todo.  Somos los neutrinos del

El viento en las orejas

Mi corazón es el cachorro de una perrita perdida que parió en un callejón la mañana más fría de abril entre cartones y neblina. Su sístole es temblar, su diástole es llorar. Ella lo ama, pero está rendida por el parto y su leche apenas le humedece los labios porque no había comida en la basura, donde están esos gatos que le dejaron esa cicatriz que siente con su lengua cuando moja su nariz. El dolor nunca está satisfecho. Ella peina su cabecita con su saliva y lo acurruca en su pecho, pero la humedad perfora sus músculos como agujas de hielo, y su llanto no cesa, y nadie lo escucha, y tanto temblar lo va a dejar sin fuerza. Solo queda contarle que más allá del dolor existe el preticor y el viento en las orejas, para que antes de partir, en su imaginación, sea lo último que sienta. Mi alma es la zebra más joven de una manada atacada por una jauría sádica de hienas. Su propio miedo le da náuseas y la tiene paralizada de patas a cabeza. Le falta el aliento, pero respirar pondría en peligr

Un espantapájaros en el desierto

Duermo en dos sofás de una pieza juntos y una silla puesta enseguida para mis pies. Dos tapetes de yoga doblados a la mitad encima de los sofás para que no se separen mientras duermo y una especie de frazada gruesa doblada en tres encima de eso, y de la silla, para dar la impresión de al menos estar en un colchón viejo. Sobre todo eso una manta polar doblada en tres y, sobre ella, yo.  Otras dos mantitas polar delgadas de colores casi fosforescentes, que solo mi padre me podría haber dado, para envolver mis pies fríos, y una hermosa manta gruesa y abrigadora color beige, que solo mi madre me podría haber conseguido, cubre lo que queda de mí, si es que le puede quedar algo a esto que es la representación de lo inútil que podría ser un espantapájaros en el desierto. Aquí estoy pasando mi exilio voluntario, en un gimnasio cerrado por un virus que nadie ve, pero que ha hecho caer en la más absoluta miseria a miles de personas que, como yo, no lo sentimos hasta que fue demasiado tarde. Teng

Un tiempo en el viaje I

Aproximación autobiográfica conmemorativa. - Le pedí a algunas personas que escriban sobre mí y elegí algunos fragmentos para alternarlos con párrafos de eventos importantes en mi vida. Este es el primer resultado. - Tiene un sentido innato del idealismo y la moral, pero lo que lo diferencia de los idealistas promedio es su determinación, verlo concentrado en resolver algo paltea.  (Abril, 1989) Mamá es tan organizada que programa su parto para el viernes siete en la mañana. -¿Vas a entrar? -le pregunta a papá en la puerta de la clínica. -No -responde-, voy a trabajar, acá te dejo. Están separados, pero eso es lo de menos, mamá puede con absolutamente cualquier reto. La abuelita llega y también el médico. -Enfermera -dice-, prepare a la paciente para una inducción. El  enorme reloj de la sala de parto indica contracciones a las diez y cuarto. Cinco minutos después ya estaba dando a gritos mis primeras críticas a la sociedad y al libre mercado. Impresentable como siempre, le

No te salves

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- ¿Cómo es eso de que no vas a ir a la pichanga por el cumple de Rony? - No voy a estar acá, betún, no sé si lo pueden hacer antes. - ¿Ah? - En serio, betún. Te diré, pero solo a tí: me voy en un viaje sorpresa. - ¿Adónde? - A USA para visitar a Cassie, pero ella no lo sabe. He hecho todo el arreglo con sus papás para darle la sorpresa. - Qué sexy. - Sí, pues, espero que sea una gran sorpresa, por eso no podré estar aquí por más que quiera. - Bro, may the force be with you. - Gracias, betún, ojalá todo salga como espero. Ora por mí porque también parte de mi futuro depende de conocer a su familia y entorno. - Relajado nomás. Todo cae por su propio peso y tu personalidad es obesa. - ¿Y eso qué significa? - Que estás gordo de bondad.* - *Nunca había escuchado eso. Conversación del 10 de diciembre del 2013. *Risas omitidas por estética visual con mal sentido del humor.  Para variar, se me pasó de largo el plan para viajar y estar contigo en este día tan especial. Nó

No te enamores de mí

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  Soledad,  aquí están mis credenciales, vengo llamando a tu puerta desde un tiempo.   Creo que pasaremos juntos temporales. Propongo que tú y yo nos vayamos conociendo.    Soledad - Jorge Drexler Hay infinitos motivos para ser feliz, pero ahora no soy ninguno de ellos. Es complicado empezar a escribir esto. Cómo decir que estoy emocionalmente indispuesto sin que parezca un invento para estar solo. Salgamos por ahí, normal, vamos a donde sea y, bien, hoy la compañía es mejor que cualquiera cosa y hasta que me pase prefiero el sonido de alguien que la falta del mío. Jamás prorrumpiré un mayor halago que ese, de hecho, hasta ahí llega mi cariño. El silencio siempre ha sido un parque de diversiones para mí.    Hace poco este planeta empezó lentamente a girar de nuevo. Tomé una vida del armario de las vidas nuevas y la que tenía la guardé apretada en el cajón de los sueños en los que dejé de creer. Deprimí a don depresión y acurruqué a doña tristeza debajo de las sonrisas que amagué mientr